Un muchacho encuentra quien lo cobije y le dé trabajo regando el amplio jardín de un solar y preparando los envases de una popular venta de vinos en Guayaquil. Los días pasan y, de a poco, la dinámica extraña del hogar revela un lado oscuro: golpes a la puerta en la madrugada, ladridos del perro guardián, viajes en la oscuridad con linterna en mano hacia una extraña covacha apartada de la vivienda. . . unas gradas siniestras, una tina, un hombre con cabeza de ave. El primero de los relatos del primero de los narradores ecuatorianos, César Dávila Andrade, al inicio mismo de su atribulado trayecto por la vida y la literatura del Ecuador.