Leer a Juan Sebastián Rojas es entrar en contacto con muchas formas literarias e incluso toparse con la sombra de formatos artísticos que exceden los límites de las letras. Cada frase de sus novelas, la particular construcción de sus personajes, la calculada puesta en escena de sus argumentos, no solo muestran una buena cantidad de influencias de escritores de diversas épocas y geografías, sino también imágenes que rememoran el cine, el teatro y formatos plásticos pertenecientes a las nuevas tecnologías. El hecho de que tome recursos de varias fuentes es algo ya anotado y bien definido por quienes se han acercado a su obra y han escrito sobre ella. No podía ser de otra manera, Rojas hizo el camino universitario completo dentro de la literatura, obteniendo su título de doctor en Paris Nanterre. Es notorio que guardó con celo más que las herramientas de los autores que su percepción estética le recomendaba, la particular forma de pervertir cánones de cada uno de ellos. Porque si algo caracteriza la escritura de este autor es que rompe los acartonados moldes académicos. A pesar de un pasado de disciplina institucional, la suya es, a todas luces, una literatura de ruptura, emparentada con otras experiencias locales pero suficientemente diferente a ellas. Su lenguaje mezcla la calle y la biblioteca, el mundo pop y el filosófico, la crudeza y la ternura.