Tras una apasionada búsqueda de las razones que asisten a los abolicionistas y a los partidarios de la pena de muerte, el autor concluye con la siguiente tesis fundamental: la persona humana tiene, por definición, derecho a la vida y a la integridad corporal. Así, a la luz de la dignidad humana se demuestra la criminosidad y la inutilidad de toda pena de muerte que inflige el Estado.