Según Piedad Bonnett, cuando el poeta muere “la poesía, que es inmortal, lo mira desde arriba, / ciega de luz y ajena como una estrella antigua. ¿Preguntará la poesía qué hicimos con ella cuando nos visitaba? Piedad Bonnett, que tan sabiamente se mueve en el justo límite de su propuesta, que no va inútilmente más allá del material que desde un inicio aparece en su poderosa intuición poética como trabajable, que “no abusa del lector” encubriendo con artificios y manierismos ideas inconsistentes, que mantiene la transparencia de su palabra emocionada lejos de las estridencias, hace tiempo que tiene una respuesta. Dirá, junto con la gran poeta norteamericana Marianne Moore, que en la poesía encontró “un lugar para lo genuino”.