De J.G. Ballard dijo Bruce Sterling que, a diferencia de sus contemporános en la ciencia ficción, ?nunca predijo acontecimientos o artilugios, y describió, en cambio, las sensibilidades futuras: cómo se sentiría, qué significaría?. Prueba de ello es La exposición de atrocidades, publicada en 1970 y punto de giro entre los cataclismos elementales de sus primeras novelas y la catástrofe urbana de las siguientes. En ella, un paisaje donde el tiempo (y, por extensión, la narración) se ha fracturado debido al intercambio de los mundos interior y exterior del protagonista funciona como un vastísimo diagrama que se despliega con la precisión de un experimento demente y en el cual se intersecan arte, violencia, locura, sexo, medios, la política como espectáculo y el espectáculo como política. Temas, escenarios y obsesiones que se repetirán en la obra ballardiana y que en este texto experimental trazan un diagnóstico desolador del siglo XX, la era que engendraría un mundo ubicado simultáneamente antes, durante y después de la catástrofe definitiva: el nuestro.