Siempre he pensado que algunos libros de origen académico pueden ser densos en su lectura y se tornan aburridos por pretender un aprendizaje formal. El taller de los sueños nace a partir de hechos de la vida real que me inspiraron para escribir una novela breve en la que relato tres historias, con ellas le doy forma a la necesidad de solución de continuidad en la cadena de valor de las familias empresarias que tienen directivos, fundadores o emprendedores. No quise enredarme con academicismos ni citas bibliográficas. Esta novela me ha servido para entrelazar de forma narrativa mis experiencias como miembro de una familia empresaria y en mi práctica profesional, como consultor de gobierno empresarial y familiar. En paralelo a mi vocación profesional, la pasión por escribir vivía en mí y de repente despertó durante el primer año de la pandemia por el COVID-19. Me lancé a escribir sin parar y descubrí que al mismo tiempo exorcizaba mi pasado. Tuve que detenerme y dejar de escribir durante algunos meses; después supe que esta era una práctica recomendada por filólogos y escritores. Recuerdos, emociones dormidas, secretos no revelados, frustraciones vividas y otros tantos demonios se arremolinaron en mi mente de forma desmesurada. Ya en calma, la esperanza revivió y pude continuar con mi empeño por escribir. Escarbé en los textos y mientras los depuraba observé cómo se amalgamaban con otras historias que aparecían como si hubieran estado alineadas en una inusitada fila de espera. Todos, en grado mayor o menor, guardamos en nuestro interior ese Geppetto, ese alquimista que nos hace fabricar sueños refugiados en el taller de nuestras mentes, los elaboramos por horas, días, semanas y años. Artistas, escritores, empresarios, todos tenemos siempre un proyecto en mente con el cual soñamos: ese proyecto que nos sacará de pobres, que nos llevará a la cima, que nos hará trascender, porque vivimos para soñar y soñamos para existir.