Provengo de una familia de músicos y a los nueve años comencé a estudiar violonchelo. El violonchelo es un testigo que ha sobrevivido todas las guerras. Con la paz ha vuelto a sonar. Para mí la música ha sido siempre compañía, apoyo e inspiración, pero durante los años de lucha abandoné su ejercicio. Así sucede con muchas cosas. La pregunta es si realmente las perdemos, si se transforman o si quedan a la espera de otros tiempos de la vida, siempre personal e intransferible.