De lo que Boris Nicot tenía ganas, esa mañana, era de salir de su casa a recoger colillas de cigarrillo de calle en calle y de café en café. Prefería tomar este rumbo, arriesgandolo todo, en lugar de dirigirse a la imprenta a darle pedal a la minerva que venía operando en silencio en los últimos 39 días de sus 25 años de vida. Y en pos de lo que quería, y entre decidido y receloso, comenzó a dar los primeros pasos. Con prontitud, se duchó, se secó de pies a cabeza, se amarró a la cintura la toalla, salió del cuarto de baño, prendió el radio, se afeitó los pelos zainos de la barba de seis o siete días y se dejó intacto el bigotito amarillo de fumador.