En esta su segunda novela, Sergio Allard incursiona con solidez y sensibilidad en el complejo mundo psicológico de un adicto al juego, en los efectos de dicha adicción en el propio jugador, en su esposa y en la formación de sus hijos. Las personalidad de ellos queda de tal forma determinada por la adicción del padre que, en forma sorprendente para el lector, ejerce una influencia decisiva años más tarde en la interesante vida del protagonista de la novela, marcando un quiebre inesperado en esta narración muy bien estructurada por Allard.