La pieza es poética pero dura, casi fantástica en algunos de sus momentos, en correspondencia con el misterio de la vida de Rimbaud, pero nunca complaciente. No pretende suavizar la desesperación del protagonista, su falta de fe en los.hombre y la para él dudosa divinidad. Alterna efectivamente los rezos corales de las religiosas, las admoniciones de Izambard, la consolación (acaso mentira) de su hermana Isabel y las intervenciones sintéticas y simbólicas de las mujeres perdidas. Concluye con las palabras de Rimbaud, desoladas, qué equivalen, complemento y contradicción necesarios, a una renuncia radical y a una postrera interrogación.