La joven maestra fue destinada a una escuela en la selva amazónica, y allí llegó cargada con sus libros. A sus alumnos lo que más les gustaba era que les leyera cuentos. Luego se los llevaban a sus casas, y las madres y abuelas, aunque no sabían leer, miraban esos libros con curiosidad. En la selva existía la tradición de contar leyendas, pero en aquel entonces la joven maestra creía que eran solo eso: leyendas.