La solidaridad no es sólo la respuesta a un problema individual, sino al problema social de convivir con muchas otras personas, en un mismo territorio. Es, pues, la condición necesaria para que nuestro mundo sea vivible, porque ella es el vínculo que une a las personas entre sí y con todo lo que las rodea. Descubrir ese vínculo supone revisar maneras inadecuadas de pensar, y el autor propone una manera de hacerlo. Mediante la formación de la propia conciencia, con el apoyo de la ciencia, de la ética y del deseo inteligente de progreso personal, es posible crear un ambiente favorable a la cooperación entre los habitantes del mismo espacio y disminuir los conflictos que afligen a diario la convivencia humana.